Se resbala por entre los surcos de adobes enmarañados,
de pinturas roídas por el tiempo,
por las cicatrices y las sombras de un cuarto vacío
Se desprende,
se desploma en el suelo…
el silencio que dejan los pasos después de la muerte
Y en un rincón
desde las telas de arañas y el polvo acumulado por siglos
surgen y habitan los espacios
las desquiciadas sombras de lo que fue alguna vez un momento
Y es que a cada instante perecen tantas cosas que ya la muerte no sorprende
y la idea en mis palabras comienza su agonía al intentar escribirse
y las caricias
y los sueños,
los recuerdos
los objetos
fenecen tras la puerta que cerramos cuando entramos a otras cosas
a otro mundos,
otros bosquejos de historias.
Y no es nostalgia
ni discurso fúnebre
ni carruaje pomposo de conceptos guiados por un ciego
es sólo el desnudo esqueleto de la vida frente al espejo de la muerte
una mirada de soslayo
y luego, como siempre: ¡el olvido!
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