Nunca fui deudora de caricias ni carente de ternuras de
parque o niños regordetes
Nunca un silencio mal diseñado o una estrategia trunca
Nunca una mueca sin sonrisa ni una mudanza sin motivo.
Siempre el ruiseñor de la duda le cantó a mis mañanas
Siempre un beso remojado esperaba a cualquiera en la puerta
Siempre el dulce pan de los sueños lo compartí con quien se
arrimara a la mesa
Siempre las excusas necesarias para la niebla y cobardía en
las miradas.
A veces la nostalgia solitaria en la preñez de mis ideas
A veces la terrible desilusión de los latidos que dejaron de
latir
A veces la elocuencia tímida muriendo de vergüenza
A veces el asesinato en serie de tantas inocencias mal planteadas.
Mientras tanto observar a la deriva un reflejo muerto por
inanición
un circulo verde que titila de vez en cuando y desaparece
un paquete de confesiones atorado en la garganta
un pequeño punto final que se agiganta por las noches…
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