jueves, 14 de mayo de 2009




Insomne.



Al salir de las cuatro paredes acostumbradas, caía algo así como neblina que mojaba el rostro y distraía la mirada, el ambiente conservaba aún el tenue olor a humedad que había dejado la lluvia de hacía un par de días atrás, lo circundante seguía perfectamente igual que la noche anterior, variaba sí, la cantidad de transeúntes; hacía frío y ni un alma en pena rondaba por las calles desnudas y heladas… El sitio perfecto para sustraerse del aburrimiento cotidiano y tratar de vislumbrar en el añejo parque algo de ese respiro universal del que hablaban (con tanta propiedad) los orientales; efectivamente trataba de cerciorarse del respiro de los árboles para ver en ese gesto su propio respirar, pero no, la terquedad era también una parte constitutiva de su ser, aquellas hojas lejos estaban del ejercicio de los alvéolos en sus pulmones, aquel simple estar de los árboles se alejaba en demasía de su transcurrir permanente hacia ningún lado.

Entonces…

entonces preciso era seguir avanzando, caminar por caminar, respirar por respirar, elegir por elegir, follar por follar… todo gratuitamente, por matar un tiempo ya muerto, por encontrar aquel sentido que no se mostraba en nada, daba igual… el mañana sería otro día igual a este y a todos, el mundo abriría sus puertas al consumismo y al comercio muy temprano, a las cinco de la madrugada ya caminaría gente a abrir sus quioscos de diario o a calentar el motor de sus máquinas, sonaría a las ocho el despertador de su vecino que de paso despertaba a todo el piso, caería algún amigo a la mesa del desayuno, traído por el sólo afán de comentar sus andanzas, se haría presente un libro abierto en el escritorio, para ser leído, para ser luego olvidado… un nuevo quehacer indiferente, carente de importancia, sonaría tal vez el timbre o el teléfono a la hora del almuerzo y otra cara se uniría a la soledad de un sujeto que contemplaba inerte el absurdo ritmo del mundo.

¡Que fastidio!... un fantasma nocturno que trataba de evadir la estulticia del sueño, ni siquiera por opción, sí por insomnio… capaz de regalar camisas de oro por sólo una hora certezas y de sueño. Ya no recordaba cuantas habían sido las noches dejadas en la calles, las horas pasadas a la intemperie, los sosiegos replegados en la ebriedad, los rostros que se marchaban por la mañana sin dejar flores, los relojes que marcaban siempre un atraso, las ocupaciones postergadas… no recordaba ya nada y a su vez conservaba los detalles más diminutos de acontecimientos sin relevancia, el señor que recogía del piso un trozo de pan maltrecho, la loca de los bancos de la plaza que vociferaba sus aventuras inventadas, las puertas cerradas del piso doce, las sonrisas de los escolares, el robo de un auto, la picardía de los titulares de diario, los besos lascivos de las despedidas en un estacionamiento, en una esquina, en los paraderos de micros, en las librerías, besos por todas partes… proyectos de nada en todos lados.

Un saludo desde el más allá, desde el otro mundo de un ser que se entrecruzaba de pronto con su mirada

¿Quién era?

Imposible saberlo, alguna vez fue alguien en su memoria, ahora no era más que un signo de interrogación que saludaba amablemente

¿Quién era?

quizás un cómplice de oscuridades, quizá un amante de los que se perdieron en juergas olvidadas, quizá el padre de una palabra abortada…

¿Quién era?

Sus ojos se quedaron esta vez para bifurcar la realidad en un delirio ambiguo

¿Quién era aquel y este otro que ahora observaba desde la acera de enfrente?

¿ Quienes eran todos?

Maldición¡¡¡
La imposibilidad del conocimiento absoluto, ni idea, cada uno parecía ser un infinito que se perdía en el vacío, una puerta abierta hacia a la nada, un pequeño submundo entre una inmensidad cada vez más aberrante.


Julio de 2007.

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